Jaime Gorospe
Al comenzar en el mundo del e-learning, recuerdo haberme encontrado con un montón de términos y abreviaturas que desconocía hasta entonces: SCORM, xAPI, ASCII, LTI, LMS (Learning Management System), LXP (Learning eXperience Platform)… Hoy vamos a ver las diferencias entre un LMS y un LXP, aunque para ello, primero es necesario entender cómo hemos evolucionado como sociedad en los últimos tiempos.
El acceso global a Internet ha marcado un antes y un después en nuestro modo de vida. Hasta hace no mucho, estábamos acostumbrados a consumir — como a mí me gusta llamarlo — aquello que se nos ofrecía en el momento en el que nos lo ofrecían. Esperábamos a los sábados a las 22:00 para ver el estreno de la semana en la tele, teníamos que esperar una semana para ver el siguiente capítulo de una serie o dejábamos todo de lado cuando sonaba la canción que nos gustaba en la radio.
Con la adopción de Internet y la aparición de nuevas herramientas y aplicaciones, hemos pasado a elegir qué queremos consumir y cuándo lo queremos consumir. Netflix o Spotify son dos de las aplicaciones que ejemplifican este consumo de contenidos bajo demanda.
No obstante, la evolución de las herramientas ha permitido que cada uno de nosotros nos hayamos convertido en creadores de contenidos: Instagram, Twitter, Tiktok, Youtube, Twitch… Ahora, la información está en todos lados. Aprendemos tanto de libros, de audios, de podcasts o de vídeos que nos llegan. Y cómo no, este cambio cultural también afecta a las plataformas de formación.
La principal diferencia entre un LMS (Learning Management System) y un LXP (Learning eXperience Platform) está en cómo se ofrecen los contenidos formativos al usuario. Vamos a ver en mayor detalle las diferencias entre ambos sistemas:
Centrada en el administrador vs. centrada en el usuario.
En un LMS, un administrador es quien se encarga de recopilar el contenido y subirlo a la plataforma, para después, orientarlo a los diferentes usuarios en base a unas características concretas: perfil, puesto de trabajo, área geográfica, idioma… Se trata de una plataforma, a priori, más adaptada a la formación interna en las empresas.
Por su parte, un LXP es una evolución en el uso de las plataformas formativas. La plataforma se adapta al usuario, ofreciéndole el contenido en base a sus intereses y/o la actividad realizada en la plataforma. De esta forma, se enriquece la experiencia de aprendizaje y el contenido resulta más interesante para el usuario.
Cursos vs. todo tipo de contenido
Históricamente, la formación se ha entendido como el aprendizaje profundo de una materia que se dividía en diferentes lecciones y que finalizaba con la obtención de un certificado de consecución que acreditaba tener un determinado nivel de conocimiento. Afortunadamente, la amplitud de miras en la formación ha abierto el abanico y hoy por hoy, los vídeos, los streamings en directo o las infografías se consideran contenidos formativos por sí mismos.
Este cambio en la percepción de la formación tiene su reflejo en las plataformas formativas, donde un LMS tiene su fuerte en la realización de cursos online, mientras que un LXP lleva el aprendizaje más allá del «catálogo de cursos», adoptando los recursos anteriormente descritos y dando lugar a la implementación del microlearning y el uso de píldoras formativas, que basan su potencial en la formación directa y concisa.
Contenido pasivo vs. contenido activo.
Mientras en un LMS, el contenido lo crea un tercero y es volcado por un administrador, en un LXP y, como sucede con las redes sociales, el usuario juega un doble papel, ya que es consumidor de contenido y creador al mismo tiempo.
La riqueza de un LXP reside en el conocimiento de los usuarios registrados. Estos, al crear contenido de valor en la plataforma, generan un aprendizaje más relajado en el que se diluye la figura del profesor y gana la figura de usuarios con autoridad dentro de la plataforma.
Asimismo, un LXP genera un entorno de aprendizaje ágil y espontáneo, mientras que en un LMS, la creación de los cursos suele requerir de mayor tiempo por los procesos que requiere de transformación y validación del contenido.
Homogeneidad vs. diversidad.
Se puede decir que un LMS considera a todos los usuarios por igual, con ciertas variaciones, pero como un grupo homogéneo en el que todos consumen el contenido de la misma manera y obtienen un certificado al finalizar la acción formativa.
En un LXP, cada usuario tiene la potestad de seguir su camino en base a sus intereses y es la plataforma la que aprende del usuario para ofrecerle el contenido más relacionado con sus gustos y/o actividad.
Certificados vs. insignias.
Como hemos visto en el punto anterior, un LMS centra el proceso formativo en la obtención de un certificado por parte del alumno. Si bien los certificados también forman parte de los LXP, quiero cerrar este análisis comentando cómo la gamificación se abre paso en las Learning eXperience Platforms.
El uso de insignias, puntos, niveles, avatares, mapas gráficos o dashboards son elementos que aumentan la motivación de los usuarios y su implicación en el aprendizaje. Retar al usuario y fomentar la autoformación es uno de los objetivos que buscan los LXP dentro de la experiencia de uso.
En definitiva, un LMS brinda un entorno de aprendizaje dirigido, muy útil para departamentos de Recursos Humanos, en el que el foco se centra en la gestión de la formación de las personas empleadas.
Sin embargo, un LXP otorga una experiencia de aprendizaje más personalizada, en el que la plataforma se adapta a los intereses y la actividad de cada usuario, con contenidos que pueden ser generados por otros usuarios.
Estas son las principales diferencias entre un LMS y un LXP. La elección entre uno u otro dependerá del enfoque que tengas de cara a la formación. ¿Tienes claro cuál se adapta mejor a tus necesidades?